miércoles, 20 de mayo de 2009

LA ALUCINANTE HISTORIA DE RESPIREITOR Y MR. J

Érase una vez un niño llamado Jaimito que nació con un respirador.
Era perfectamente sano, lo único que no tenía era unos pulmones.
Jaimito creció en gracia y sabiduría; le gustaba mucho leer, especialmente a Nietzsche y alguna que otra novelita rosa: se conmovía hasta las lágrimas con lo que contaban ambos; dibujaba arrechísimo, tanto que ya tenía su propia historieta, con todo lo que esto implica: palabras, dibujos y hasta un superhéroe enmascarado. Entregaba todos sus ejercicios del Álgebra de Baldor sin ningún error. Todo correcto. También prendía la televisión sólo para ver el Show de Lucy con su respirador. Lo único malo eran sus chistes.
Su respirador y él se llevaban muy bien, hablaban de arte, de religión, de sexo y violencia tipo A, B y C, de comida y de política, todo en varios idiomas. “Respireitor”, le decía de cariño Jaimito, porque lo había salvado, y lo salvaba día a día.
Al respirador Jaimito le parecía fastidioso, pero igual, sin ninguna razón aparente, pasaba todos los días de su vida junto a él, y hasta lo consolaba cuando leía a Nietzsche o alguna novelita rosa; le secaba las lágrimas y también le limpiaba los mocos.
Jaimito siguió creciendo, y un día entró a La Universidad y se hizo amigo de unos bohemios, a quienes les gustaba mucho Nietzsche y las novelitas rosa, pero no los superhéroes enmascarados (ni tampoco los desenmascarados).
Jaimito quería fumar marihuana y ser feliz y normal como sus nuevos amigos, pero su respirador no lo dejaba. Entonces empezaron los problemas entre los dos. Jaimito se rebeló, empezó a escuchar a Morodo y a fumarse siete porros diarios, y cuando prendía la televisión ya no quería ver a Lucy, la pelirroja, sino a Los Simpson y a Tila Tequila. Empezó a odiar a su respirador porque, cada vez que fumaba, éste le mordía la nariz y le sacaba un chichón con pus. Era entonces cuando Jaimito lloraba, durante horas, a causa del dolor y del olor.
Los amigos bohemios de Jaimito se preocupaban cada vez que veían las pústulas en su nariz, (después de darse cuenta de que no era acné), así que le preguntaron qué pasaba y Jaimito les contó la situación que padecía a causa de su respirador. Ellos, horrorizados, le dijeron que el respirador era sólo un manipulador y que, si no podía lidiar con sus gustos, no aceptaba su personalidad y le negaba su libertad, debía deshacerse de él; pero Jaimito tenía miedo de morirse si se lo quitaba.
Entonces, un día que Jaimito estaba tripeándose su nota en el sofá de su casa mientras veía un video de los Red Hot Chili Peppers muy sicodélico, decidió probar cómo le iba sin su respirador y resolvió quitárselo. Pero el respirador no quería dejar a Jaimito, porque era sádico y le gustaba verlo llorar, por eso lo dejaba leer Nietzsche y novelitas rosas, por eso no le permitía escuchar a Morodo, y por eso también le mordía la nariz; así que el respirador chilló y pataleó y lloró y le suplicó que lo dejara quedarse, ¡él había salvado su vida y le había limpiado los mocos y no se merecía lo que Jaimito le estaba haciendo! Pero los amigos bohemios de Jaimito ya le habían advertido de todo esto, así que no lo escuchó, se lo arrancó de la cara y, ¡KABOOM!, lo tiró a la basura.
Al cabo de siete días, Jaimito vio que había tenido razón, que todo estaba bien y que su respirador era totalmente innecesario, así que fue a La Universidad, le contó su descubrimiento a sus amigos bohemios, que se alegraron por él, y todos, menos el respirador, vivieron felices para siempre.

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