sábado, 28 de febrero de 2009

Comas

Libre de una prisión de palillos de madera fijos a la mesa pintada de verde como los extraterrestres de las comiquitas tontas que todo el mundo ve sonriente y a veces desarmado en risas sinceras y contagiosas como la enfermedad del placer sencillo y en muchos casos intenso como trozitos de ideas fugaces que apuntan hacia el vacío de la boca cerrada y apretujada por dientes rabiosos de color amarillo pared con toques de café con verde difuso y un poco de suspenso sepulcral al momento de encogerse entre bostezos sin ojos cerrados/arrugados en la frente de una anciana coleccionista de flores callejeras y a los pies de una piñata muerta acompañando a la basura con carcajadas de papel rojo refresco detras del caballero de los bigotes despeinados y sucios como el agua de un baño público nominado al premio de la Academia de la desviación sanitaria donde no existen comas ni lo sensato.

jueves, 12 de febrero de 2009

Pelos en la lengua

“Odio los buenos días”, pensaba mientras era tambaleado por el vagón. Me harta eso de entrar a cualquier sitio siempre precedido por la misma frase hipócrita, automática, como esas puertas que hay en los bancos, o en las grandes cadenas de supermercados, que se abren antes de que lo necesites.

Altamira. Después de algunos empujones, aquí me quedo. Me refugio sobre algún banquito de la plaza mientras espero a mi socio. Desde que regresé, han puesto rejas en la grama. “Ya uno no puede echarse por ahí”, me dije. Después de un rato, lo vi cruzar la calle y acercarse a mí. Traía un andar de emergencias y me enseñaba los dientes, como si eso repusiera los cigarrillos que había consumido mientras esperaba. Hay algo que odio más que los buenos días, y eso es los simulacros de sonrisas, que después de un rato empiezan a molestarte en las mejillas, como las que llevan puestas las Barbies y los candidatos presidenciales; como la que llevaba él en ese momento. “Ni siquiera las putas usan algo así”, pensé.

Imaginé, durante los pocos minutos que él demoró en llegar hasta mí, cómo sería la conversación que sostendríamos inevitablemente, probablemente parecida al tráfico de las 6. Comenzaría, definitivamente, con la irremediable frase que tanto detestaba; luego, seguramente preguntaría cómo me encontraba, yo respondería irreflexivamente con alguna mentira, y, acto seguido, él esperaría que yo inquiriera lo mismo para poder soltarme algún discursillo preparado (y quién sabe cuantas veces repetido a cuanta cantidad de gente) y empezar a sacar fotos de su billetera. ¿Por qué tendría que importarme cómo se encuentra alguien a quien no he visto en más de diez años? “Es como esas cursilerías de felicitar a alguien con quien nunca he cruzado más dos palabras por su cumpleaños, o el típico ‘lo siento mucho’ que se escucha en los funerales”, me dije mientras me ponía de pie y le tendía la mano a la alta y cambiada figura, antes tan familiar, que se detenía en ese momento frente a mí.

Me pregunto en qué momento dejamos de lado la verdad para sustituirla por la buena educación.

-Buenos días.
-Buenos días.

viernes, 6 de febrero de 2009


Cuando soy un salón desordenado, me como los pupitres y escribo en la frente de los alumnos, cuelgo la papelera del techo y le cuento chistes al pizarrón que se desternilla de la risa, apago la luz y prendo velas que se creen sombras.


Cuando soy un salón ordenado, cuento mis ladrillos, sumo, divido, multiplico y resto lunares al piso, es fácil, cierro los ojos y los miro con las pestañas. Cuando soy un salón ordenado, yo, me rasco las luces.


Si mi nariz no combina con mi lengua, ni mi cabello con mis vellos, entonces... ¿dónde debo ponerme las cejas?


Pienso. Pero soy un salón y también un pupitre.













A las cotufas no les gusta Barthes

Encandilado por su fluorescencia se deja opacar por su necia y manchada incertidumbre, hasta que el momento inevitable del querer y no poder arriba.
No pensar más en el asunto no fue tan difícil. Guardé los boletos en la gaveta, junto a viejos folletos y los demás boletos. El mundo estaba en el cajón de madera y yo encerrado afuera.
Encerrado en una espera agobiante, enfermiza. Y ni siquiera podía comprender las razones por la que me era imposible el escape.
Siempre ha sido mi excusa, buscar lo imposible de lo posible y nunca lo posible de lo imposible. Dos letras que te cierran las puertas. Y aquí estamos, dolor en las nalgas, solos en un callejón rodeados de basura.
Con ese olor nauseabundo tan característico del que no ha perdido nada.
Porque olvidó lo que perdia.

jueves, 5 de febrero de 2009

Impresión 1


La gente está distraída, actúa automáticamente. No se detienen bajo ninguna circunstancia que no lo amerite. Todos se encuentran en un estado de de letargo mental subconsciente, quizá, obligados. Tropiezan entre sí. Se insultan cuando alguien los saca violentamente de su refugio cerebral. Es normal, son verdaderamente incómodos los empujones repentinos. Se miran. Se escrutan. Todos somos juzgados fugazmente por algún par de ojos.



-Se le agradece a los señores usuarios no obstaculizar el cierre de las puertas ya que esto ocasiona retrasos innecesarios al tren.

En ese momento, alguno de los escuchas se ríe mostrando unos dientes deformes, alegre por haber podido entrar torpemente al vagón. Por haber entrado y haber ocasionado uno de estos retrasos de los que habla el conductor.

-Odio mi trabajo.



La mezcla de olores es tremenda. Hay una variada gama, para todos los gustos y disgustos. Perfumes baratos, de esos que imitan a otros. Bocas sin lavar (o mal cepilladas), de esas que apestan. Axilas sudadas, de esas que chamuscan vellos nasales. Gel para el cabello, de esos que lo pudren poco a poco. Vomito fresco, de esos que incitan a vomitar algo más desagradable aún. Cigarrillos, de esos que cuesta dejar. Comida, de esa que llevan en la mano o que acaba de ser engullida. Alcohol, de ese que no se despega hasta que uno se bañe. Huele a descontento, ese que todos llevamos por dentro inevitablemente.



-No, marico, yo le dije que fuese seria, que no era para tanto. Ella estaba clara de con quien se estaba empatando. Yo se lo dejé muy claro a la carajita esa. ¡No joda! Ella se arrecha por…

-…! Por favor! ¿Cómo puedes soportar a un carajo así? Eso es falta de autoestima. Tienes que quererte un poquito más, mamita. Yo, como tu amiga, te recomiendo que pienses bien las co…

-¡Coño de la madre! Chamo, que bolas. No me lo vas a creer. Volví a dejar preñada a Andrea y esta vez creo que quiere tenerlo, de pana y todo. Ya no sé que voy a hacer, rata. Estoy bien…

-…bienvenido sea entonces. Que bueno que ésta vez sí lo lograron. Me alegro mucho, mijita. Te lo mereces por tener paciencia y empeño en lo que quieres. Después de tantos intentos, ya era hora. ¿Qué nombre le vas a…

-¡Háblame, el mío! ¿Todo fino? Tenía tiempo sin verte, won, tas’ perdío.

Inevitables conexiones de discursos. Me gusta escuchar de más.



Me pregunto si la gente se da cuenta que, sin ninguna razón aparente, siempre hay un torniquete que absolutamente nadie usa…

miércoles, 4 de febrero de 2009

Red Bull con CocaCola.

La cuestión es así, desde entonces no he vuelto más para allá.
Yo le dije que no me gritara más y me gritó.
Que no me levantara la mano y la levantó más,
(tengo un problema con las manos que están más arriba de mi cabeza).
Por fin cuando le dió por retirarse me dijo que la CocaCola no era sino un veneno social, un tentáculo del imperio, la pistola de Ronald McDonald, la trenza que amarraba la bota del dictador latinoaméricano instruído in the School of Americas, la manzana ponzoñosa del Tío Sam, etc.
Después de eso, lo vinieron a buscar... en un carrito de esos que tienen un Red Bull gigante montado en el techo, como un bacalao gigante de Scott.
Yo, inmediatamente, me puse a pensar en la relación que mantenía el Red Bull con la CocaCola.
Ambas bebidas poseen dos letras mayúsculas implícitas en su nombre.
Una de ellas te activa y la otra... también.
Cafeína y taurina.
Fondo rojo y letras blancas Vs. Fondo amarillo y toros rojos.
¡Qué ganas de chillar en colores!
Las corridas de toros pueden ser ofensivas para algunos, bellas para otros e inaceptables para mí pero la invasión cultural en la que se han basado las ventas de CocaCola no tiene parangón.

A continuación, agregamos en un bol tres tazas de Red Bull y dos de CocaCola.
Sal y pimienta al susto.



No más sindicalistas muertos en Colombia.
No más corridas de toros.
No más gente insensata.
No más indigentes muertos en Illinois.
No más CocaCola en las calles de Caripe.

Boa noite.

lunes, 2 de febrero de 2009

Rojo del bueno


Rojo del bueno.
Res-tos Res-piran

domingo, 1 de febrero de 2009

De cuando aprendí a menstruar

De cuando aprendí a menstruar.

Los rayos catódicos de Dr Oblivion (nombre con el que nada mas aparece en televisión) me gritan
-¡La televisión es la retina de la mente. Yo tenía un tumor y alucinaba. Prefiero pensar que las alucinaciones causaron el tumor y no de otro modo!
Me rompo las lagañas con las uñas. Universidad, trabajo, nada de eso es 2 de febrero, sintonizo la retina de mi cerebro, en alguno de los medios-medias repletos de pie de atleta. Escotes de mujer moderna y micrófonos eyeculadores de espuma, anuncian, una excitante marcha ovular por aquí y por allá.
Si Venezuela es la reina de la menstruación dolorosa, ¿por qué yo no menstruo?
Al toparme con el inconveniente obvio del género y esas necedades de la evolución, mis globos oculares siguen la voz a la caja de colores.
Un hombre canoso, escupiendo un poco antes de succionar el micrófono, como porno amateur del centro une morfemas, palabras, verbos y bolo alimenticio, Ája ahí salio como mierda de camionero una idea, leo debajo de su camisa entre una franja azul-blanca, Vice-presidente.
=) ahora todo funciona mejor, pienso ¡Qué emoción mi primera menstruación!, del ano empieza a brotar liquido rojizo espeso, grumoso con pelos, HAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Ese era el secreto, pongo mi canal del estado con calidad de video de Las Chicas del Can, y me siento orgulloso, pura Polución audiovisual.
Inmediatamente, una vez manchado mi pantalón con la sangre de la revolución, pura dura sabrosa, adolescente, salgo a comprar una camisa del Ché porque necesito, Verme como un comunista, ya tengo 13 añitos, No controles mis vestidos, después de darle dinero a transnacionales para una contradicción pequeña, me compro un celular del precio de un riñón, dos botellas de whisky mayores de edad para mi marcha populista.
Par de poemas, con olor a afeitadora de burdel recién menstruados, y me voy a reunir con mis chorreados compañeros de causa, todos nos mostramos los anos ensangrentados, nos sentimos orgullosos, de ser menstruados y menstruar y en nuestra pirámide de sangrecita agria, rica para chupar a los de arriba y hacer chupar a los de abajo, nos sentimos todos muy bien.
Ahora que encontré el secreto para menstruar voy a poner tres pasos simples.
1) Apoyar cegadamente el puño contra el recto de forma oblicua.
2) Creer todo lo que puedas, y gemir porque tu puño ya te rompió todas las venas q pudo, después de las lagrimas quedarte dormido.
3) a la mañana siguiente, debes levantarte y quitarte las lagañas con las uñas prender la televisión y sacar el puño de la cavidad rectal.

Nota: si no funciona a la primera, sigue intentando, Todos podemos menstruar =)