martes, 28 de julio de 2009

Julio


A Julio se le olvida todo. Mentira, no es que se le olvida, es que se hace el loco porque todo le da flojera. La verdad es que lo único que quiere es quedarse echado, deseando hacer otras cosas y al mismo tiempo rogando no conseguir fuerzas para levantarse del cómodo sofá y disponerse a hacerlas. Prefiere ver como las ratas voladoras fluorescentes se comen a las mariposas y vacilan a los gatos. Y no duerme, no duerme ni un momento del día, por eso nunca tiene fuerzas para levantarse del sofá. Y en las noches se queda jugando dominó con El Perico, o agachado escuchando la lluvia, que le recuerda sus días en el Submarino Amarillo y La Divina Pastora. Esos días en que comía cereal y no conocía a Tiburoncín. Pero estaba Mandy, claro, cómo olvidarse de Mandy. Cómo olvidarse de la larga melena rojiza y la voz de león y de las promenades entre los árboles. Julio había perdido ya diez quilos, (es que lo operaron de las cordales, pobrecito), pero es que también le da flojera comer. Mentira, no es que le da flojera, es que se le olvida. Las visitas de su compadre Omar no lo animan mucho, y es de esperarse, ese tipo es un amargado. Además, sus dientes frontales son desagradables, hay más de un centímetro de distancia entre ambos, y a Julio le molesta intensamente recibir chorros de saliva cuando menos se lo espera. En realidad lo que más le fastidia es tener que fingir que le escucha, porque su cabeza sigue en los gatos del Perico, en las ratas voladoras fluoresentes comiendo cereal y en las mariposas atacando a Mandy. Mandy y su larga melena rojiza. Y todo este tiempo esperando una carta, una llamada, un aviso, ya no recuerda ni de quién ni para qué, pero la espera. Julio se hunde cada vez más en el sofá, y Omar dejó de aparecer por el lugar, aparentemente se fue a Margarita por dos semanas. El brillo cegador de las ratas voladoras es cada vez menos perceptible, pero las cartas no llegan. Y la melena rojiza se hacía cada vez más larga. Es que no se da cuenta de que el tiempo corre y lo desgasta, como la lluvia que es cada vez menos frecuente. No tiene nada en que pensar por las noches, y el sueño viene a buscarlo más seguidamente. Finalmente, ya en sus últimos días, suena el teléfono. El Doctor Cohen quiere confirmar la cita. No estoy interesado, estoy esperando otra llamada. Total que los días se le acabaron a Julio, una noche de treintaiuno mientras jugaba dominó en casa del Perico. Y entonces pudo descansar en la melena de Mandy, por fin fuera del sofá y libre de las ratas voladoras fluorescentes, que emigran en Agosto hacia el Submarino Amarillo, su tierra natal.

lunes, 27 de julio de 2009

Enunciación # 2

No, bueno, no digo que no le gustara la foto, pero sí como que tenía algo raro. No sé. Algo como de maña con eso. Mira, a lo que me refería con " excentricidades" es que el pana le dedicó toda la noche a hablar sólo de dos temas, cada uno más extenso que el otro. Era como molesto. Y lo peor es que hay gente que le sigue la corriente; borrachos y eso, gente que ya no diferencia los entretenimientos. Pero el carajo, increíble. La vaina comenzó porque pusieron una canción de Zapato 3. Ya ni me acuerdo cuál era. Creo que era Uñas Asesinas, la que es original de La Seguridad, como todo carajo normal sabe. Bueno, no bastaron dos compases de la canción para que el marico dijera: "Qué bolas esa canción ¿no?". Y ahí ya todo el mundo sabe cómo es la vaina. Que si Yatu, Cangrejo y la cocaína de mis bolas. Como diez horas hablando del impotente rock venezolano/rock hecho en Venezuela (como si alguien supiera la diferencia). Uno, bueno, tú sabes, de lo más cordial, bebiendo, tratando de cazar un hueco en el discurso para cambiar el tema. Como pa' que se callara. Nada. Lo más arrecho de todo, sin que me quede ninguna duda, es la narrativa del carajo. Impresionante. "Es durísima", decía el bicho. Y cuento tras cuento de cada figurín de la movida, como lo llamaba él. Con el tonito, claro. "Y me complace...". Su madre, vale ¿Pero a quién carajo le importa hoy en día porqué mierda se separó La Muy Bestia Pop? En serio ¿a quién? Con una media sonrisa de marico. Todo le daba risa, aparte. Cualquier vaina que le dijeran era una risita. Es que me acuerdo y me da arrechera. No porque no se haya callado en horas, balbuceando teorías mal armadas sobre la importancia que había tenido el rock venezolano de finales de los ochenta en la desintegración sistemática de la plataforma política venezolana. "Políticos Paralíticos, Miraflores, Paul Guillman pegando gritos por otro lado... Adiós cuarta república, brother". Lo peor de todo vino después, cuando Claudio Soler cambió la música, tratando de que no sonara algo parecido al rock en español. La tensión como que se fue yendo, pues. La gente empezó a conversar en grupo. A dialogar. Bailó gente, cantaron feliz cumpleaños y vaina, todo tranquilo. Comiéndonos la torta fue lo que te digo. Primero porque el bicho se comió como cuatro pedazos de torta y quesillo, y segundo porque el carajo se sentó solo frente a una foto que había puesto Andreína en una de las columnas, tipo para decorar el salón de fiestas y tal. Una foto equis, una vaina en blanco y negro de estas predeterminadas de Windows. Solo, ahí, como si nadie lo estuviera viendo. Qué cosa más rara que a la gente le gusten este tipo de mariqueras. Ahí mismo se le sentaron dos al lado, y que a conversar sobre la foto. Nojoda, más vale que no. "La Fotografía es más filosofía que arte plástico", decía. Cada vez tenía más gente alrededor el carajo, y se reía, aunque parecía que en cualquier momento iba a llorar. No quedó más que escucharlo. Me serví otro trago y confieso que me distraje con una historia que contó sobre un fotógrafo documentalista. Capa, creo, uno que murió por una mina antipersona. Antes de morir, dijo, entregó su cámara a un soldado para que salvara las fotos. Ya eran como las tres de la mañana cuando gritó: "¡Playa!", y se rió muy raro. Yo me fui sin saber qué hicieron.

viernes, 24 de julio de 2009

Filia 315

Hace sueño, perdámonos en el sopor. Dejemos las escenas para después, olvidémonos del tráfico, del pánico y de nosotros. Entreguémonos a la casual informalidad de romper tontos paradigmas, vamos a saltar charcos, abandonar la academia, repudiar los modales. Busquemos un vicio que nos lleve a una sana locura. Ignoremos las señales de tránsito. Es hora de cambiar las películas por actos imaginarios, sudemos vodka, bebamos lágrimas, cantemos, lloremos. No dejemos todo para mañana. Combatamos a Morfeo y su polvo sedante, ¡luchemos! ¿sí? No, mejor durmamos.

martes, 14 de julio de 2009

El filo de la azotea cortaba mis ojos, dividiendo la imagen entre lo opaco de la miseria y la hipocresia del dinero, yo era el gigante de pupilas dilatadas con grandes piernas de cemento. Temblaban mis pensamientos, y mis manos hacían un enlaze con el verdor de algunos ojos y de algunas hojas, puestas para mi y para todos. Yo quería el vacío, los bancos, las personas, los minutos, estaban abajo gritando y haciendome temblar de risa. El cielo se incendio y se volvió a apagar, de las nubes hize una radiografía de mis pulmones, que se hacen cada vez más grises como ellas, una gota me empapó, un rayo de sol me dio las fuerzas para ser más niño. Caí al piso, caí al hedor del desarrollo y el subdesarrollo, los pasos de las personas se hicieron más lejanos que nunca y sus rostros se hicieron vacíos y sus ojos se hicieron oscuros. Al final regresé al principio, y me di cuenta que mis pies se movieron pero yo no, pude sentir como la oscuridad me abrumaba y como mis manos se deslizaban por el verde de las hojas cada vez más, pero cuando mis ojos se apagaron volví a nacer en el mueble.

viernes, 10 de julio de 2009

Para la locura no existe remedio. No hay que buscar más.

Los capítulos que nos contaron, sumando el de la Lady Malahambre, superan cualquiera de nuestras espectativas. Nunca, arguyendo todo el tiempo de nuestras vidas, se le había implementado tanta demencia a un relato. Vale decir que la imprudencia cayó bien, pero lo que nos disgustó, mas bien incomodándonos, fue la sorpresa que causó esto en las invitadas de turno.

Que si sí, que si no, que si ya no sé qué quiero hacer. Volar, vivir, vacialar, vocalizar una cancación de amor... no importa, cuando no estamos claros todo está aún más claro. Para tí, para mí y para los invitados de turno que poco a poco se fueron despidiendo todo cayó muy bien, bailaron y cantaron hasta el amanacer, creo que "lo más verosímil del mundo es vernos envejecer"

De: Jorge Saim y Arelys González