sábado, 14 de marzo de 2009

Carta a un fantasma

Eres mi manía, mi adicción y mi vicio de mayor equivocación. Eres como una piedra en mi zapato, a veces molesta tanto esa santa piedrecita… a veces ni siquiera quiero verte. Te extraño, lamentablemente, aunque eso no es asunto que no sepas y no entiendo por qué mi ocioso pensamiento se empeña en repetírmelo a cada rato, como si yo tampoco lo supiera. Estás más aquí que allá, estás en mis fotos, en mis paredes, en mi camisa blanca que no quiero lavar sólo porque tiene tu olor debajo de mi almohada. Debería ser invisible, esta vez hablo de mí, quisiera tener súper poderes o inventarme un cuento chino a ver si por fin la gente y su insoportable instinto de curiosidad dejan de preguntarme por tí de una vez por todas, por cómo me siento al respecto, por tu ausencia, como si nunca se les ocurriese que no se me antoja hablar de los muertos. Y para sopesar aún más mi patética situación resulta que sigo en cola, pero mi rostro debe conservar la misma sonrisa de siempre para evitar un escándolo histérico y desenfrenado. En fin… todo bien, como se supone que debería estar, aún no he perdido la cordura por completo y he decidido alejarme del alcohol por un tiempo, ahora sigo una vida normal común y corriente, donde impera una terrible monotonía que espero no me dure para siempre.

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